Como dice Rahima Baldwin Dancy en su libro «Usted es el primer profesor de su hijo», los cumpleaños son una forma de decir : ¡Estamos contentos de que hayas nacido!
Violette cumplió 4 años hace pocos días:
- 4 años que me convertí en madre
- 4 años que nos convertimos en una familia
- 4 años que mi pareja se convirtió en papá, los abuelos en abuelos, los tíos en tíos…
El nacimiento es una transformación para todos. E igual que la muerte, la vivencia del niño será de una u otra forma según las creencias de cada familia.
En la nuestra tenemos un sentido de lo trascendente bastante profundo y eso me ha hecho dar cuenta que, en el caso de la muerte e incluso el nacimiento, Violette lo vive de forma muy natural quizá porqué no hay una sensación de ruptura absoluta, de «nunca más» que genera que se te corte hasta la respiración.
A partir de los 3 años a muchos niños les entra la inquietud por la muerte: ¿viviré para siempre? ¿moriran mis padres? ¿por qué ha muerto el abuelo?…por poner algunos ejemplos y en ese aspecto creo que juega una vital importancia la creencia de cada familia, teniendo en cuenta que cada creencia es válida y positiva. Cuando los niños nos preguntan ¿de dónde venimos? o ¿adónde vamos cuando morimos? podemos responderles de muchas formas.
Por poner algunos ejemplos. Son ejemplos de mi vivencia personal y no significan que sean más o menos correctos, simplemente comparto cómo nosotros lo vivimos y cuál es su respuesta:
El día de su cumpleaños le dije a Violette que me encantó parirla, que su parto fue estupendo y que volvería a pasar por él una y otra vez. A lo que ella me respondió: Cuando me muera y cruce el Arco Iris, siempre que me llames volveré otra vez.
De la misma forma, hace poco, este verano, tuvimos la traumática experiencia de vivir la muerte de una de nuestras mascotas en vivo y en directo. En casa tenemos conejos domésticos y un perro de unos amigos que pasaba unos días en casa, mató a uno de ellos sin que pudiésemos hacer nada, delante nuestra y de Violette. Fue una situación terriblemente dolorosa. Arlo murió en mis brazos, con Violette acariciándole y llorando desconsoladamente, las dos. Lloramos todo el día y no podíamos dejar de abrazarle, pero eso le hizo dar cuenta a Violette que el cuerpo ya estaba vacío, que «lo que era Arlo» no estaba ahí. ¿Ha cruzado el Arco Iris mamá? Sí, le dije. Seguro que ahora está comiendo verduras sin parar me dijo. Seguro que el Ángel Conejo le necesita para que nazca en otro sitio me dijo. Fue ella la que me transmitió paz a mi, que me sentía totalmente rota por dentro. Y soy yo la que realmente creo que somos seres espirituales habitando un cuerpo físico, pero fue su certeza la que me calmó.
De alguna forma terminé diciéndole que él no sufría, los que sufríamos éramos nosotros porqué ya no le veríamos más. Que ese día estábamos muy mal, y que cada día íbamos a sentirnos un poco mejor. De vez en cuando me recuerda que ya se siente mejor «por lo de Arlo».
Al cabo de pocos días enfermó otro conejo y estuvimos a punto de sacrficarle, con mucho esfuerza ha sobrevivido 🙂 , pero aún así me siguió sorprendiendo que estuviera tan tranquila y lo comprendiese, le decía a la gente: Perla quizá se tiene que ir también.
Para terminar de «arreglar» la situación, la conejita de una de nuestras amigas, Sweetie, murió en el proceso de esterilización. Otra vez, en menos de tres semanas. otra muerte. Fuimos corriendo al veterinario a verla y al subir al coche, dos arcoiris se reflejaron en el suelo, a lo que Violette dijo: ¡Mirad! son Arlo y Sweetie diciéndonos que estan bien! Fue imposible no sentirse mejor en ese momento.
Para mi la clave fue no apartarla del proceso de muerte: llorar, abrazarle, enterrarle, hablar de ello, de cuánto le echábamos de menos… Si les apartamos del sufrimiento, de algun modo les abocamos a él directamente porqué tiene que ser algo terrible si no me dejan «verlo».
Nacer, morir, crecer forma parte del ritmo de la vida y como tal, debemos «incluirlo» en nuestro día a día. Obviamente me refiero a pérdidas por decirlo de alguna forma «leves», no sé, puesto que hablo sólamente a título personal, cómo y de qué forma habría que afrontar la muerte de alguien muy cercano, en ese caso siempre sería mejor consultar con un especialista.
Cito a Rahima otra vez:
Para los niños pequeños es muy apropiado un cuento de cumpleaños que cuente cómo bajaron a la tierra por el «puente del arco iris», porque los pequeños siguen muy conectados al mundo espiritual. Los cumpleaños nos ofrecen la oportunidad de mostrar el paso del tiempo, que tan veloz nos parece cuando observamos los cambios de nuestros hijos a lo largo de un año. Los cumpleaños, la Navidad, el cambio de las estaciones, generan ritmos familiares que nos enriquecen a los adultos tanto como a los niños. El ritmo organizado de la vida cotidiana es uno de los mayores regalos que podemos hacer a nuestros hijos.
Así que si tus creencias son parecidas a las nuestras, te recomiendo estos dos preciosos libros para regalar en el día de cumpleaños.
Un cuento de cumpleaños es quizá adecuado para niños más pequeños de 4 años porqué se explica de una forma más cotidiana, llana y sencilla. El mensaje es el mismo, pero adaptado a su entender.
Feliz Cumpleaños explica el proceso del nacimiento de una forma espiritual y profunda, de una abuela explicado a su nieto. Yo cambio el nombre del nieto por el de Violette y lo convierte en un viaje maravilloso que le encanta.
Ésta es una de las formas de celebrar su viaje a este mundo y su largo proceso de habitar su cuerpo, que algunos no terminamos de realizar nunca ;-P.
¿De qué forma explicáis a vuestros hijos el nacimiento y la muerte? ¿cómo lo viven ellos?
¿conocéis otros libros interesantes que expliquen estos procesos?
¡Gracias por pasaros!
El post ¡Feliz Cumpleaños! ha aparecido por primera vez en Miss Red Cape