Días plácidos…Parecía que el sol iba a acompañar toda la semana pero no fue así: niebla y frío y el pueblo envuelto en una especie de nube que recordaba muy mucho a La Nada de La Historia Interminable. La nada invadiéndonos.
¿Cómo puede ser que en una semana un bebé pase de tener un peso normalito, más bien tirando para abajo en las odiosas gráficas esas de los percentiles, a aumentar tanto de peso que pase a la ralla de encima? Bueno, mamando toda la noche (increíble, me he sentido un surtidor como esos de cerveza que hay en los bares). Esta peque está hecha un torete, con unos muslos y una celulitis que serían el terror de muchas treinteañeras pero que en ella…¡Me la como!.
Todo el día riendo, todo el día contenta pero ¡Ay! una noche lloró y yo que me iba corriendo al hospital pensando que moría y mi madre me dijo: – Esto es lo normal en un bebé… La pobre estaba tan cansada que no podía dormirse. Y era sólo eso…Qué suerte hemos tenido de que sea tan tranquila, pachorra y feliz…
Hemos hecho nuestra primera visita a la escuela de baile y ella, feliz con tanta atención, pensé que se giraba y me decía: – Mamá, me siento observada, creo que me gusta, voy a ser artista. Se movía con la música, miraba con mucha atención, se reía…tan y tan feliz…Al final será verdad eso de la memoria celular. La madre, o sea yo, lo pasó peor: mi cuerpo, mis células, mi alma… sí que se morían al escuchar la música, al ver a «mis» niños, mi escuela, mi mundo… todo eso que he creado con tanto amor y esfuerzo. ¡Necesito bailar!
Ha llegado el momento de regresar…So…Let’s Groove!!