Erase una vez una princesa que vivía en lo alto de un castillo, observando todo un valle lleno de cerezos, árboles, campos verdes y ríos. Siempre protegida por un rayo de sol y un claro entre las nubes. Otra reina y sus princesas observaban el castillo siempre desde lejos y ella les mandaba un arcoiris como señal, como una sonrisa por su valentía en esos largos y fríos días de invierno en los que sólo ellas se atrevían a salir a andar y disfrutar del precioso paisaje.