Cuando el autobús de la escuela llega, ya a oscuras, las chimeneas sacan humo y todo el mundo se va a sus casas a hacer las tareas, a merendar…cuando la última luz del día aún no ha caído, es cuando salimos Violette, Phoebe, Lloba y yo a pasear. Con un frío seco que te corta la cara pero al mismo tiempo se siente sano y saludable. Con la nariz rojita y el silencio del pueblo.
Los cerezos naranja, los campos verdes, el olor a madera y a chimenea, los pájaros…
– Mira Violette, que suerte tenemos de vivir aquí…
Y ella abre los ojos, mira el cielo, mira al lado…
Al regresar a casa, el calorcito nos acoge y un baño calentito junto con un masaje le cierra los ojos… Y yo sólo puedo pensar que, a pesar de estar lejos de casa, este sitio es mi hogar y que con estos paseos no necesito nada más.
Lo peor ya ha pasado…