Mirarla y llorar. Mirarla y saber que nunca en la vida va a pasarte algo tan bonito de nuevo. Mirarla y sentir miedo, miedo a que algo o alguien pueda llegar a herirla. Mirarla y morirte de ganas de seguir conociéndola, saber quién es y poder proporcionarle todas las herramientas para que pueda experimentar todo aquello que desee, para que pueda emprender todos los caminos que aparezcan, poder proporcionarle tanto amor que nunca sienta que no merece ser amada, al contrario, que se ame tanto que sea capaz de devolver todo ese amor al mundo, en contrapunto a toda la violencia que lo gobierna.
Dejarle intentar una y otra vez y poder recogerla sólo si está en peligro, pero permitirle caer y levantarse, permitirle su derecho a rasguñarse, a enfadarse, a aburrirse, a llorar, a crear y a volver a intentarlo o cambiar de dirección.
Que tengas claro clarísimo, que ahí estaremos siempre para amarte y como dice Ismael Serrano: » y que aunque no esté, ahí estaré para amarte. No estarás sola».
«Vendrán a buscarte batallones de soldados, que a tu guerrilla de paz se han enrolado.»