Estos días tratan sobre apreciar la belleza, la magia y la divinidad de cada momento, de cada instante. Apreciar todo aquello que «se tiene» en este momento, para saber cuán afortunado uno es de todas las experiencias de su vida.
El martes me dicen qué es lo qué pasa en mis ovarios, dentro de mi…Debería yo saberlo ¿no? Si vivo en mi…Pero a menudo representamos en carne y hueso esa famosa frase de: «vivo sin vivir en mi».
Milonga está terminando sus días y con ella se irá más de la mitad de mi vida. Mi corazón se llena de agujeros por dónde no pasa el aire, siento asfixia, es la presencia más silenciosa e importante de mi vida. Milonga es lo último que queda de mi familia unida, de los traslados, de los amores, la separación, los corazones rotos. Mi familia monoparental en Girona cuando después de la ruptura familiar, muerte de mi mejor amiga, Jordi en Pamplona…quedamos ella y yo, en mi piso, en silencio. Milonga es esa presencia tan invisible, que se hace imprescindible. Y sigue siendo tan digna que quiere irse de casa, sin mi, sin nadie, para que no la veamos terminar sus días. Pero…en este frío y húmedo otoño, ¿cómo puedo dejarla partir sin saber dónde irá a parar, si va a atropellarla un coche o pasará días debajo de un árbol hasta que las hojas la cubran y la luz se la lleve con ella? No lo puedo soportar. Y por eso, intento apreciar cada pequeño instante de lo que me rodea, comprendiendo que incluso las hojas en el suelo, el frío y la humedad son preciosos si con ellos Milonga consigue ir ahí dónde merece: ese cielo en el que sólo creemos cuando nos partimos en dos al tener que separarnos de un ser querido.
De ahí la superficialidad y profundidad de un vestido rojo en un día tan gris…
Vestido: Red at night
Cardigan: When Irish Eyes are Stylin’
Medias. Calzedonia
Collar: Oysho
Zapatos: Lollipops
El post Red at Night Dress ha sido publicado por primera vez en Dream a little dream of me