Recuerdo cuando era pequeña y hacía, cada tarde, los deberes delante de la chimenea. Recuerdo…una frase que empieza con «recuerdo» sabemos que se tiñe de tristeza, sobretodo para los que padecemos la terrible enfermedad de la nostalgia. Recuerdo igual a tópico, a infancia añorada, a canciones que conforman bandas sonoras vitales, a calor humano, vital…Recuerdo igual a pérdida y tristeza. Porqué el recuerdo siempre es triste, aunque sea alegre, pues después de un plácido y agradable recuerdo, uno suspira y mira hacia arriba sabiendo que eso no se volverá a repetir. Que los recuerdos se desvanecen y se mantienen en el país de los recuerdos, siempre que haya plaza para él y no haya que desterrarlo por otro. Esa es la impermanencia del recuerdo: ¿hasta cuándo tendré un hueco en mi memoria para él? Porqué lo terrible de que desaparezca es que también desaparece cualquier rastro de que alguna vez estuviese ahí.
Recuerdos que forman vidas, casi mucho más que el presente. Presente que immediatamente se convierte en recuerdo.
¿Qué diferencia el recuerdo de las chimeneas, el frío, las castañas, los guantes con el recuerdo de la playa, la sandía, la arena, el calor…? Parece que el verano escupe los recuerdos y la vida hacia afuera, el otoño, nos contrae y aprieta por dentro.
El otoño no deja de ser esa estación previa a la esterilidad que nos envuelve cuando llega el invierno. Es el preludio de algo, una estación de cambio y octubre el mes del cambio. Para mí, siempre resulta una época potente y determinante. Quizás tiña de rosa esa estación para que la recuerde con alegría cual recordamos la primavera con sus brotes, sus colores y sus rayos de sol que nos recuerdan que después del crudo invierno, vuelve la vida!
Petons Malketa. M'encanta el teu blog!
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Waaw cuanta razón!M'encanta! Un petonàs enorme Charoo!
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